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Alonso Cueto: "Al fujimorismo no le interesa la cultura."

El novelista es jurado de la Bienal Mario Vargas Llosa, evento organizado por la Cátedra del mismo nombre, que hoy otorga un premio a la mejor novela hispanoamericana publicada durante los dos últimos años.

Publicado: 2016-04-21
Alonso Cueto es uno de nuestro novelistas más reconocidos y uno de los mayores conocedores de la obra de Mario Vargas Llosa, de quien, además, es amigo personal, al punto que el escritor arequipeño le ha dedicado 'Cinco esquinas', su última novela. Cueto, asimismo, es miembro del jurado del Premio de Novela Bienal Vargas Llosa, que reconoce con 100 mil dólares a la que, según este colegiado, es la mejor novela hispanoamericana publicada durante los dos últimos años. El fallo se dará a conocer esta noche en el Gran Teatro Nacional. En esta charla, conversamos sobre los 80 años de nuestro Premio Nobel y su influencia en nuestra literatura.

¿Te imaginas el panorama literario peruano sin Vargas Llosa?
De ninguna manera. Mario marcó un camino, nos mostró que el Perú es un gran drama, un escenario de grandes conflictos donde se escenifican grandes temas como el coraje, el honor, la rebeldía; que se puede hacer una gran literatura en torno a personajes limeños, pues ya Arguedas había hecho lo mismo con los personajes del mundo andino. Vargas Llosa es el gran autor de Lima. Además, su figura es un ejemplo de disciplina, de vocación, de compromiso. Mario ha escrito mucho sobre la vocación del escritor en el Perú, sobre la disciplina, sobre la resistencia y la fe literaria. Alguna vez entrevistaron a Valdelomar, y le preguntaron cuál era el primer deber de un escritor en el Perú, y él respondió: “Evitar ser aplastado”. Por eso, Mario, tanto por su obra como por su ejemplo, es un modelo para todos los escritores peruanos.
Hay autores que “forman” escritores; otros, como Borges o García Márquez, que crean (malos) imitadores o hasta esterilizan…
El problema con Borges y García Márquez es que, cuando uno los toma como modelo, se nota mucho, porque su marca de estilo es muy clara. En el otro extremo está Julio Ramón Ribeyro, en quien siempre hay una claridad, una sencillez, una naturalidad enorme. Ahora, la vocación de escritor está en uno mismo, no se “contagia”. Esa chispa, esa llama interior nace de una urgencia expresiva. Esto es algo incomprensible, pues, ¿quién quiere ser escritor? Nadie te pide ser escritor, nadie te pide que escribas una novela o un cuento… todo nace de una necesidad personal.
Vargas Llosa ha escrito muchos ensayos sobre la vocación literaria, sobre el fuego interno de los escritores…
En general, en la vida de los escritores siempre hay un trauma, una pérdida, un despojo: la pérdida del paraíso. Proust perdió a su madre; Borges, su biblioteca cuando lo enviaron como interno a un colegio siendo niño; Vargas Llosa se encuentra con un padre autoritario, yo perdí a mi padre, Conrad no puede seguir navegando y perdió a un tío que era como su padre. Siempre hay algo que la vida nos quitó y que queremos recomponer a través de las palabras de una manera desesperada, urgente. Una persona que tuvo una infancia feliz, idílica, quizás no opte por ser escritor.
No todos los escritores reflexionan sobre el acto de escribir, eso también los hace distinto…
Es una persona que ha luchado por mantener su vocación y su compromiso con la literatura. Acabo de estar con él en el homenaje que le hicieron en la Biblioteca del Congreso de EE.UU., y allí dijo: “Lo primero que he tratado de hacer es negar la leyenda aquella que dice que, cuando uno gana el Nobel, se convierte en una estatua. Me he propuesto continuar con mi vocación”. Lo exterior son los premios, los reconocimientos, los aplausos, las críticas; el escritor tiene que vivir de afuera hacia adentro, porque su necesidad urgente solo se solucionará escribiendo, creando universos, acompañándose de sus personajes imprescindibles.
¿Cómo llega Vargas Llosa a sus 80 años?
Lleno de energía, lleno de vitalidad; con viajes, con proyectos, con una enorme calidad. Hoy vive una nueva etapa en su narrativa: en ‘El héroe discreto’ los padres son las víctimas de los hijos, algo totalmente opuesto a ‘La ciudad y los perros’, donde los hijos son las víctimas de los padres. El estilo experimental ha cedido ante un estilo más natural, pero la calidad de sus textos se mantiene.
Dicen que una mala novela de Vargas Llosa sería, en cambio, consagratoria si la firmara otro autor…
No creo que las comparaciones debamos hacerlas por allí. Una novela de Vargas Llosa siempre tiene un sello propio, técnica y estilo reconocible, un mundo particular.
Más allá de la calidad de sus textos, hay temas que siempre se mantienen en sus novelas: el poder, por ejemplo…
Es un tema constante, pues lo vivió de manera personal al reencontrarse con su padre. Este es quien siembra en su vida la figura del autoritarismo, del abuso del poder. Su padre y su experiencia en el colegio Leoncio Prado marcan, sin duda, su relación con el poder. Por ello, Mario no solo tiene un rechazo ético sobre el abuso del poder, sino uno visceral.
¿Nos siguen ayudando las novelas de Vargas Llosa a conocer al Perú?
Uno puede comprender al Perú a través de Mario y de otros autores. La visión que tiene hoy Vargas Llosa del Perú es optimista. En todas sus novelas hay un héroe que se rebela, hay alguien que dice “no” al poder: en ‘Cinco esquinas’ es La Retaquita; en ‘La ciudad y los perros’, el Jaguar; etcétera.
Lo que piensa Vargas Llosa sobre el mundo, ¿cuán presente está en su literatura?
Para Mario, el poder es un tema universal, pero no hay “novelas de izquierda” o “novelas de derecha" en su obra. Uno de los grandes atributos de sus personajes es la libertad –libertad para rebelarse- pues Vargas Llosa ama la libertad.
Ama el individualismo...
Hay una visión del individualismo y una visión de las colectividades: veamos el caso del Consejero de ‘La guerra del fin del mundo’, y el universo colectivo que creó en Canudos, o el del ‘El círculo’, ese grupo de amigos de ‘La ciudad y los perros’. El individualismo no excluye a la colectividad.
¿Cómo está es el nivel de la novela hispanoamericana de nuestros días?
En América Latina se está escribiendo muy bien, al punto que los cinco finalistas de la Bienal Vargas Llosa son latinoamericanos. Después del ‘boom’, los reflectores se fueron a otro lado, pero, felizmente, por acá se siguió escribiendo, y cada vez hay más editoriales y se publica cada vez más libros.
Y la narrativa peruana también goza de buena salud…
Gente como Robles, Gamboa, Cisneros, Page y demás van a dar mucho que hablar, pues veo en ellos compromiso, vocación, calidad, formación… tengo mucho optimismo en ellos. Y no olvidemos que también hay varias mujeres como Adaui, Noltenius, Gadea, Salazar.
Tu última novela, ‘La pasajera’, fue trasladada al cine con mucho éxito…
La adaptación que hizo de ella Salvador del Solar en 'Magallanes', su filme, fue extraordinaria. Un director de cine es un nuevo creador, que modifica y reinventa una historia, y la traslada a otro lenguaje. Del Solar lo hizo de manera extraordinaria, por eso, su película resultó interesantísima. Pude ver a mis personajes encarnados, lo que es una experiencia rara, pero fue gratificante verlos en imágenes tan bien construidas. Y nadie mejor que Magaly Solier para encarnar a la protagonista.
¿La política influye en la literatura?
En mayor o menor medida, todas las novelas son políticas, pues la política es parte de la vida, y la vida es lo que nos interesa a los escritores. Ahora, la política partidaria no nos interesa, así como todos sabemos que al fujimorismo no le interesa la cultura.

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