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Margo Glantz: “Uno no puede escribir para transformar la sociedad”

Es una de las mejores escritoras mexicanas. De todos los premios literarios otorgados en español solo le falta el Cervantes. Además, a sus 86 años sigue siendo un espíritu libre. Con ustedes, Margo Glantz.

Publicado: 2016-12-10
“La literatura latinoamericana es múltiple, diversa y muy interesante, imposible de definir en pocas palabras. Por eso, me parece muy importante la realización de festivales como el Hay, pues uno puede establecer una relación inmediata, aunque pasajera, con sus protagonistas. Ahora, lo que más aprecio de eventos como este es la participación y el compromiso que hacia la cultura demuestran nuestros jóvenes”, nos dice Margo Glantz (México, 1930), protagonista literaria y vital del siglo XX en su país y en América Latina. Autora de una vasta obra que incluye títulos fundamentales como ‘Las genealogías’, ‘El rastro’ e ‘Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador’, llegó hasta Arequipa para participar del Hay Festival, donde destacó por su lucidez. En esta charla hablamos del mundo de nuestros días.

Ha sido protagonista del siglo XX. ¿Cómo ve el siglo XXI?
Es una pregunta difícil, pero, en general y en todo el mundo, estamos viviendo una etapa muy negativa. Hace unos minutos escribí un twitter sobre cómo antes se usaba la palabra “populismo” y cómo la usamos hoy. Antes, la usábamos para referirnos a movimientos de izquierda excesivamente discursivos: Chávez en Venezuela, López Obrador en México, etcétera. Pero hoy se dice que Trump es también populista. Entonces, qué es el populismo hoy. La palabra ha perdido todo su significado porque se aplica indistintamente a los movimientos, tanto de izquierda y de derecha, más reaccionarios. Sin duda, hoy vemos la caducidad de la izquierda, al menos como la percibimos durante mucho tiempo, en especial durante el sigo XX.
Cuando Fidel Castro murió, algunos medios titularon: “Se acabó el siglo XX”. ¿Le parece certera esa afirmación?
Fidel fue una figura muy importante del siglo XX. Independientemente de si estamos a favor o en contra de él, en el siglo XXI no tenemos líderes de su envergadura, con su carisma. Por ejemplo, no se le puede llamar carisma a lo que tiene Trump. Trump es un personaje seguido por, lo sabemos hoy, una gran cantidad de ciudadanos estadounidenses que tiene una muy tradicional forma de ver el mundo, que cree, por ejemplo, en la supremacía blanca y no entiende el actual fenómeno de la migración. Es curioso como el neoliberalismo salvaje gringo no entiende este proceso, más aun sabiendo que EE.UU. es un país de migrantes. Además, ellos mismos son responsables de las migraciones actuales: invadieron y destruyeron Irak, sacaron a Gadafi, desestabilizaron Medio Oriente, atizaron las situaciones de conflicto, entonces, los ciudadanos de estos países, para sobrevivir, no han tenido otra cosa que huir de la guerra, migrar.
En el siglo XX teníamos la sensación de que el progreso era inevitable, que la razón se iba a imponer a la barbarie. Hoy vemos que esto no es así…
Si algo nos ha demostrado el siglo XX es que la teoría del progreso no funciona. Hoy vemos cómo a lo largo del tiempo se tienden a repetir ciertos fenómenos. Por ejemplo, ahora vemos nuevas formas de fascismo que hay que tratar de entender.
Algunos sostienen que cuando Trump esté en el poder no será tan radical. ¿Qué piensa usted?
En verdad, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que no sabe gobernar, que es un personaje que está acostumbrado a imponer sus caprichos, y que quiere hacer de Estados Unidos su gran empresa. Ahora, yo pienso que en algunas cosas va a tener que frenarse, pero, en general, si vemos lo que ya está haciendo de cara a su próximo gobierno, como la elección de su gabinete, pues lo que nos espera es catastrófico.
¿La situación de la mujer es mejor hoy que en el siglo XX?
Allí hay varios niveles, por lo que hablar en abstracto es complicado. Si vemos cómo han avanzado los fundamentalismos, la situación de la mujer hoy es terrible y catastrófica. Como decía Simone de Beauvoir, en cuanto hay cambios sociales, políticos, religiosos, culturales, lo primero que se ataca es a la mujer. Esto lo comprobamos, por ejemplo, con un tipo de vestimenta, la burqa. Por otro lado, en todos los países que avanzaron en cuanto a la liberalización del cuerpo de la mujer se está retrocediendo, le doy un ejemplo: En México se discute hoy, para la nueva Constitución del DF, eliminar el derecho que tenían las mujeres de poder abortar si el embarazo es producto de una violación o su vida corre peligro por la propia gestación. Sucesos así me parecen terribles. Decir que una mujer no puede decidir sobre su cuerpo porque tiene un embrión dentro de él me parece una de las cosas más brutales y coercitivas que uno se pueda imaginar.
Nos fijamos muchos en los fundamentalismos orientales, pero no somos conscientes de los fundamentalismos occidentales. ¿Están volviendo nuestros sentimientos atávicos?
Nunca desaparecieron. Lo que pasa estos días es que las circunstancias han hecho que sean más evidentes. Así como nunca se acabó el franquismo, siempre estuvo latente el fascismo. Y, en el caso de EE.UU., movimientos reaccionarios como el Ku Klux Klan permanecieron opacados durante algún tiempo pero hoy han renacido vigorosamente con Trump.
Desde su experiencia como maestra universitaria durante más de 50 años, ¿cuán alejada está la academia de la realidad?
Además de ser profesora en México, he enseñado en universidades de EE.UU. como Harvard, Yale, Princeton y otras. Dada esta experiencia, puedo decir que allí es mucho más evidente la separación entre el mundo de la academia y la docencia con la realidad. Felizmente, en nuestros países la situación es otra, pues los maestros nos preocupados por lo que sucede en nuestro entorno; no está escindido el mundo académico del mundo real; por eso, participamos en la política, en la cultura, nos convertimos en funcionarios, etcétera. Decidí volver a México porque en EE.UU. no podía ser parte de la historia; en mi país, sí. En EE.UU. era maestra de un grupo de gente interesante e inteligente, pero mi alcance era muy limitado. En México, en cambio, puedo ser periodista, participar en movimientos, firmar pronunciamientos, etcétera.
¿Cuánto influyen hoy los escritores en la sociedad?
No creo en la escritura comprometida. Uno no puede escribir para transformar la sociedad. No creo en la literatura como manifiesto político; hay quienes creen en ello, yo no; hay quienes creen ser efectivos, yo no.
En Twitter es muy efectiva y activa…
Allí, sí (ríe). Es un medio importante, me gusta mucho manifestarme allí. Abrí mi cuenta inspirada en el impacto social y ciudadano que causó durante la Primavera Árabe. Para mucha gente que no tenía espacio para difundir sus ideas, el Twitter resultó un medio perfecto, práctico, inmediato. Claro, el establishment puede convertir a estos medios en peligrosos y dañinos, como también ocurrió en los países árabes, pero, a pesar de esto, sus aspectos positivos superan a los negativos.
Es judía, pero critica mucho al régimen actual de Israel…
Es un gobierno muy reaccionario y responde a las formas nuevas de conservadurismo que reinan en ese país y en el mundo, pero tampoco estoy a favor de que se destruya el Estado de Israel. Debería existir, sí, un Estado Palestino. A pesar de que somos muchas las personas que optamos por la libertad, el planeta se está volviendo más conservador. Ahora, también veo a mucho supuesto liberal que resulta parametrado y encajona las cosas de manera muy fácil y muy inútil: hay que tener mucho cuidado con ellos.

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