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Pedro Salinas: “El fanatismo del Sodalicio es el mismo que el de Isis”

El periodista nos habla de las repercusiones de su libro ‘Mitad Monjes mitad soldados’ y del fanatismo aún vigente dentro de la Iglesia Católica.

Publicado: 2015-12-22
La publicación de ‘Mitad monjes mitad soldados’ (Planeta) conmocionó a la sociedad peruana, pues daba cuenta de los abusos –sexuales, físicos y psicológicos- que dentro del Sodalicio de Vida Cristiana, una de las organizaciones más conservadoras dentro de la Iglesia Católica peruana, se realizaban. Felizmente, como señala Pedro Salinas, su autor, a quien nos encontramos en Arequipa, dentro de las actividades del Hay Festival, la reacción de los peruanos ha sido positiva y hoy, a pesar de su ánimo de ocultamiento, la estructura del Sodalicio y sus prácticas está en cuestión. Igual, hay mucho por hacer, pues la actual dirigencia del Sodalicio, más allá de algunos gestos superficiales, parece que solo quiere maquillar a su institución y no, como corresponde, transformarla de raíz. Mientras siga así, la afirmación de Salinas, de que sus integrantes son tan fanáticos como los de Isis no es una exageración.

‘Mitad monjes mitad soldados’ es un texto con mensaje, con un compromiso, con una misión…
La vorágine del libro aún no termina, y no me he sentado con mi psicóloga a procesar todo esto (ríe). En lo personal, todo esto ha sido muy fuerte: fui parte del Sodalicio, tuve que tomar cierta distancia del tema para abordarlo con objetividad. En el Sodalicio no hay gente con un perfil público, todos prefieren el perfil bajo; uno los identifica por sus negocios más que por una personalidad pública que destaque.
Tu preocupación por lo sucedido en el Sodalicio, más allá de lo que contaste en ‘Mateo Diez’, tu novela, se gatilla cuando te enteras de los casos de abuso sexual protagonizados por Germán Doig, número 2 del Sodalicio, el llamado “sodálite modelo”…
El encarnaba eso del “mitad monje mitad soldado”, todos queríamos ser como él. Y me preocupé, también, porque Germán había sido director espiritual de mi hermano, también sodálite y, además, cuando estuve allí capté mucha gente para la organización, y mucha de ella aún sigue allí, y hasta fue parte del entorno más íntimo de Germán y de Luis Fernando Figari, el fundador del Sodalicio, también acusado de abuso físico, psicológico y sexual. Es más, conozco el caso de una de estas personas que capté para el Sodalicio y con quien otro sodálite se quiso propasar.
Es decir, de alguna manera hay una especie de sentimiento de culpa de tu parte por haber metido gente al Sodalicio, personas que podían haber sido abusadas no necesariamente sexualmente, pero sí física y psicológicamente…
Exactamente. Por eso, quería que estas cosas se conocieran para que no sigan sucediendo, para que se detengan.
Todo esto empezó con la publicación de tu novela ‘Mateo Diez’…
Sí, fue en 2002. Cuando la publiqué me buscaron dos personas, ex sodálites, para contarme que Luis Fernando Figari era un pervertido sexual que había abusado sexualmente de algunos jóvenes. Yo les pregunté directamente: “¿A ti te pasó esto?”, y las dos respondieron que no, pero que sí conocían a las víctimas. “¿Puedo hablar con ellas, están dispuestas a dar una entrevista periodística?”, insistí. “No creo que estén preparadas para contarlo”, me respondieron. Entonces, no les di crédito a estos testimonios, imaginé que algo así nacía por antipatía hacia Figari, quien siempre fue un patán, quien cae mal. En ‘Mateo Diez’ yo hablo de maltratos psicológicos y físicos, maltratos de los que fui víctima, porque, eso sí, todos los sodálites acabamos con daño psicológico. Pero en 2010, cuando muere Doig y nos enteramos de su doble vida, volví a contactarme con estas personas, y allí uno de ellos me conectó con una de las víctimas de Figari, y allí arrancó todo este proceso que me ha llevado a la publicación de ‘Mitad monjes…’.
A partir de ‘Mateo Diez’ y otras denuncias sobre el Sodalicio, allá por el 2002, en un reportaje de televisión, Jorge Bruce, el psicoanalista, analizando la situación de abuso psicológico y físico dentro de esa comunidad dijo, visionariamente, que no le sorprendería que allí también se cometiesen abusos sexuales…
Lo recuerdo, y entonces me dije “qué mandado es Jorge”, pues ni yo en mi novela ni José Enrique Escardó en sus textos habíamos dado cuenta de algo así; ambos contamos cosas atroces pero no una de abuso sexual. Por entonces, José Enrique y yo conversamos, y ambos pensamos que a Jorge se le había pasado la mano, que exageraba.
Pero no es difícil sospechar que en organizaciones así de cerradas, mesiánicas y jerárquicas estos abusos sean casi parte de su ADN…
En aquellas instituciones autoritarias donde la obediencia es la piedra de toque de su funcionamiento, donde el sometimiento de la voluntad y el aniquilamiento de la libertad son partes de sus principios, donde se tiene por política captar a niños de 13 o 14 años, sobre todo si vienen de hogares disfuncionales, de padres separados, donde se muestra una cara amable basada en el catolicismo, el sacerdote amigo, el guía bonachón, pues sí, uno puede sospechar de otro tipo de abusos, pero entonces no se nos ocurrió.
¿Figari creó y sistematizó un modelo de abuso?
El Sodalicio nació como un proyecto del Colegio Santa María, pero pronto aparecieron problemas de celos entre Figari y el director del colegio, Julio Corazao, quienes se enfrentan, y Figari sale del colegio pero ya con lo que se conoce como el “Núcleo Fundacional” del Sodalicio, que estaba integrado por más de 20 personas, grupo que luego va creciendo. ¿Figari concibe esta organización desde el inicio maquinando el abuso? Cuando empecé a escribir el libro no tenía respuesta, pero luego leí en Caretas una entrevista que le hacen a Jacques Bartra, donde este relata que Figari, antes de fundar el Sodalicio, preparaba a adolescentes para ingresar a la universidad. ¿Y cuál era su metodología? Llevárselos dos meses a su casa de San Bartolo. Y Bartra cuenta que a veces los hacía quedarse en calzoncillos, y cuando se estaban duchando se metía al baño para verlos. Alguien con estas características es un pederasta.
¿El Sodalicio debe desaparecer?
Ellos deberían hacer lo que el sentido común dicta: 1. Expulsar a Figari, algo que hasta ahora no ocurre. 2. Una investigación rigurosa sobre lo sucedido allí. Su llamada ‘Comisión de la verdad’ es un chiste, es una burla; están ganando tiempo buscando que la gente se olvide de esto, pues el Sodalicio capea sus crisis institucionales de esta manera. 3. Una razia, es decir, una profunda limpieza de la organización, pues está claro que en su núcleo hay harta contaminación, gente que sabe y ha encubierto cosas, situación que los convierte en cómplices de lo sucedido. Por ejemplo, uno de los abusados señala que él le comunicó lo que le había pasado con Figari a Jaime Baertl, cura emblemático del Sodalicio, el hombre de los negocios allí, un cura empresario. ¿Qué hizo Baertl? No le hizo caso. 4. Refundación. Para conservar el “carisma” hay que limpiarse de los vicios y taras y defectos de una institución fundada ¡por un pederasta! Algo así se tiene que refundar y hasta cambiarle el nombre.
¿Y estas no son razones suficientes como para que desaparezca? Como tú dices, el Sodalicio tiene un vicio de raíz: su fundador es un pederasta…
Algo así no parece posible, hay un antecedente, el de los Legionarios de Cristo, cuyo fundador, Marcial Maciel, también un abusador sexual, ha sido protegido por la Iglesia. Todas estas organizaciones conservadoras siguen el esquema de Juan Pablo II y Benedicto XVI: una Iglesia jerárquica que mantiene, por ejemplo, prácticas arcaicas y absurdas como el celibato.
Hoy nos fijamos en el fanatismo que hay en Medio Oriente, pero en Occidente tenemos fanáticos menos escandalosos pero igual de peligrosos…
Es un buen punto. Lo hemos discutido con periodistas de The Guardian y The Clinic: el fanatismo del Sodalicio es el mismo que el de Isis. Las creencias de ambos grupos son básicas, hasta infantiles. Su proceso de captación tiene una metodología de coerción y manipulación psicológicas que, gradualmente, te llevan al fanatismo, a convertirte en un talibán, en un un robot, en una persona automatizada que, poco a poco, pierde su libertad y hasta la entrega a su opresor.
Hablemos de las repercusiones sociales de tu libro…
Han sido inesperadas. Paola (Ugaz, la coautora del texto) y yo estamos más que satisfechos, más aún porque no imaginamos que el impacto y el alcance que ha tenido en la opinión pública iba a ser tan fuerte y, en el caso de muchos católicos, hasta positiva. Pensamos que nos iban a tildar de anticatólicos, de anticlericales, de “comecuras”, pero la gente ha sabido leernos, interpretarnos y se ha escandalizado e indignado tanto como nosotros contra el Sodalicio. Esto ha sido muy positivo. Además, en el libro denunciamos no solo el abuso sexual cometido al interior del Sodalicio, sino el abuso físico y psicológico que se practica sobre sus integrantes. Recogemos varios testimonios de personas que dicen “yo no fui un abusado sexual, pero me hicieron daño psicológico”. Y este es mi caso: me costó muchísimo insertarme en el mundo real, y eso que estuve poco tiempo, unos cuatro años: ¡Imagina la situación de quien estuve allí 15, 20 o más años! Además, uno sale sin estudios, porque no te permiten tener una carrera.
¿Sabes si Figari ha leído el libro?
Él estaba al tanto de nuestra investigación y, por eso, en 2011 tomó contacto con un estudio de abogados, pero este estudio no quiso meterse en líos, en problemas con la prensa y lo derivaron a otro. Como Paola y yo sabíamos que nuestra investigación era seria, nos la jugamos, y asumimos que íbamos a tener juicios por difamación, embargos y cosas similares. Felizmente, nada de esto ha pasado. El Sodalicio esperaba que ‘Mitad monjes mitad soldados’ fuese una suerte de mezcla entre ‘Mateo Diez’ y ‘Al diablo con Dios’ (un libro anterior de Salinas), una especie de libelo, de panfleto, de pasquín lleno de epítetos, y al leerlo se sorprendieron. Así se lo comenté a Sandro Moroni, actual cabeza del Sodalicio, con quien integré el mismo grupo de aspirantes y fue uno de mis mejores amigos dentro de ese movimiento, al punto que hicimos nuestra promesa el mismo día. Cuando conversé con él le dije que lo que hacía era una investigación periodística muy rigurosa y que al hacerla estaba dejando de lado mis creencias, mis opiniones y hasta mis prejuicios. Por eso, le pedí una entrevista y también otra con Figari, pues le conté que se estaban diciendo cosas terribles en contra de Luis Fernando y el Sodalicio. Se demoraron en reaccionar y, cuando tuvieron el libro en las manos sacaron un primer comunicado que fue repudiado por su propia gente, es el caso del cura Jean Pierre Teullet, a quien le auguro muy poco tiempo en el Sodalicio. Entonces, decidieron sacar un segundo comunicado, que es un poco más decente. ¿Te das cuenta? Le temen a la luz, a la verdad, son “consecuentes” en su oscurantismo.
¿Qué opinas hoy de Sandro Moroni?
Me ha desilusionado, pensé que iba a tener los pantalones más firmes y no los tuvo.
¿Cuánta presión has recibido de Planeta, tu editorial?
Hubo un momento de duda de su parte, un momento tenso, pero yo estaba dispuesto a publicar este libro incluso con mi plata. Como me dijo Gustavo Gorriti: “Si estás seguro de tu investigación, ve hasta las últimas consecuencias”, y yo estaba dispuesto a hacerlo. Yo siento que tenía una verdad que tenía que ser revelada. Repito, hay elementos de culpa por mi parte –el haber captado jóvenes pata el Sodalicio- que me motivaron a seguir adelante con esta investigación, con este libro. Todo esto me llevó a no perder el aliento, a no dejarme vencer, porque es verdad que en historias así hay quienes te quieren tironear, llevar hacia otro lado. Además, la crudeza de los testimonios y la tristeza que te contagian son desgarradoras: sin duda, esta es la experiencia más fuerte que he tenido en toda mi carrera como periodista. Este ha sido un ajuste de cuentas conmigo mismo, algo que ni siquiera cuento en ‘Mateo Diez’: el Sodalicio destruyó mi relación con mi padre.
Después de este libro, ¿volverás a insistir en la literatura?
Hoy sigo en esta vorágine, pues, créeme, cada día me llaman dos o tres personas distintas a contarme cosas novedosas, situaciones que hoy mismo pasan o vivieron dentro del Sodalicio. Eso sí, una segunda parte de ‘Mitad monjes mitad soldados’ no está prevista, a pesar de que, por ejemplo, el tema del dinero de ese grupo y cómo lo obtienen y administran daría para otro libro. Por lo pronto, creo que en el verano me dedicaré a reescribir ‘Mateo Diez’, quiero escapar incluso de la coyuntura política porque allí también estamos jodidos (ríe).

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