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Johanna Hamann: “La tarea de un artista es crear un mundo y ordenarlo”

‘Johanna Hamann 1977-2015’ significa un conmovedor recorrido por la realidad peruana de las últimas cuatro décadas y por el mundo interior de una de nuestras grandes escultoras.

Publicado: 2016-03-03
Conocimos la sensibilidad artística de Johanna Hamann a través de sus obras, sobre todo de las piezas icónicas ‘Barrigas’ (1798-1983), ‘Esqueleto’ (1985) y ‘Estallido’ (2002-2002), y en ellas vimos al Perú y a sus habitantes y los procesos sociales, históricos y emocionales que les ha tocado vivir durante las últimas cuatro décadas: allí están la mujer y su condición de madre, la vida a pesar de la violencia y el desgarro, la descomposición del país y su feroz estallido, y sus cuerpos, y sus órganos y sus sistemas sanguíneos y sus esperanzas. Pero, como dice Hamann, en su trabajo también hay vida y ordenamiento estético: un país y una artista que han sobrevivido y siguen expresándose, mostrándose, trascendiendo. Por todo esto, visitar la muestra antológica ‘Johanna Hamann 1977-2015’ es un ejercicio de sana reflexión para saber quién es la artista y, sobre todo, quiénes somos los habitantes de este territorio geográfico y emocional.

¿Siempre quisiste ser artista?

Siempre supe que mi sensibilidad iba por allí. Al inicio, quería ser pintora antes que escultora. Mi padre me regalaba libros de los museos que visitaba, y estos libros eran de artistas como Rembrandt, Leonardo, Miguel Ángel, Murillo. Allí me di cuenta que podía ser feliz estando sola en mi cuarto, creando las imágenes que se me ocurrieran. Así fue naciendo mi amor por el arte, por mis días dibujando y pintando, y por mi padre, quien era ingeniero electrónico, pero tenía una profunda sensibilidad artística. Él fue mi primer admirador: cuando dibujaba algo le parecía maravilloso.

¿Cuándo hiciste la transición de la pintura a la escultura?
Cuando ingresé a la Escuela de Arte, en la Católica. Los alumnos tienen dos años de Estudios Generales, y en ellos toman clases de Pintura, Escultura, Diseño Gráfico, Grabado, etcétera. Recuerdo que un día estaba pintando un bodegón, una tabla de quesos, y quería entrar como un cuchillo en el cuadro para hacerle un detalle, para terminarlo, pero no podía, algo que sí me permitía la escultura, pues allí uno es capaz de tomar los materiales, moverlos, cargarlos, palpar su rudeza, transformarlos, y sentir que mi cuerpo era parte esta transformación de la materia. Esto me causó mucha más felicidad.
¿Tu condición de mujer influye en tu obra?

Sí. La tarea de un artista es crear un mundo y ordenarlo. Además, yo creo que la confrontación de un cuerpo con los materiales es algo natural. Yo he hecho este ejercicio desde mi condición de mujer, porque, dime, quién más fuerte que la mujer para soportar el dolor, empezando por los dolores que conlleva un parto. 

El cuerpo, sobre todo el femenino, siempre ha sido parte de tu obra…
Empecé a trabajar haciendo el rostro de mi hijo Ricardo, quien acaba de cumplir 39 años. Yo acababa de salir de la Escuela de Arte, y lo primero que hice fue esculpir su cabecita. Luego hice otros niños (mientras nos cuenta estos detalles, nos lleva a los lugares de la galería donde se encuentran estas piezas), que aparecen con cuerpos incompletos. No “terminé” estas piezas porque quería transmitir que no somos nosotros quienes “terminamos de forjar” a las personas, ni siquiera a nuestros hijos. Por esta época empecé a crear algunas ‘barrigas’, que son icónicas de mi trabajo (‘Barrigas’, en efecto, es una pieza escultórica representativa de su obra –fue parte de su primera muestra individual-, y una de las grandes obras del arte peruano contemporáneo), pues me interesaba analizar la confrontación directa que implica reconocer lo que hay fuera de uno mismo. Uno ve la pieza y se da cuenta de que hay unas barrigas, que la obra presenta una secuencia –son tres barrigas-, donde la tercera ya reventó, que algo ha salido de ella. En la obra hay una dialéctica entre la vida y la muerte: esa dialéctica está en todos nosotros y en nuestro cuerpo todo el tiempo.
Yo veo, además, desgarramiento y dolor en tus primeras obras…
El desgarramiento y el dolor consisten en aceptar o no aceptar nuestra condición humana. Pero, la verdad, yo no veo ni dolor ni desgarramiento en mi trabajo.
(Le llevo hacia otra de sus piezas icónicas, ‘Esqueleto’ y le digo que yo allí veo dolor y desgarramiento). Mi hijo ha visto esta pieza y me ha preguntado “¿qué le pasó a esta mujer?”…
Si te fijas bien, es un esqueleto que aún tiene un seno femenino que está vivo; un esqueleto que, a pesar de su “no carnalidad”, está parado, firme, y aún puede, por su condición de mujer, seguir dando, alimentando. Y más que dolor y desgarramiento, en mi obra hay una reflexión sobre la condición humana, y uso el cuerpo como materia de exploración porque es a través de él que sentimos esta ‘condición’.
Lo que sí hay en tu obra es un vínculo entre el mundo externo y tu mundo interior: allí está el Perú y sus procesos históricos desde los años 70 hasta hoy…

Es verdad. Hace años, Alberto Flores Galindo escribió un texto donde, so pretexto de mi trabajo –el de las barrigas- y obras de José Tola y Charo Noriega, sostenía que el arte era una buena manera de ver lo que pasaba en el Perú de esos días, los años 80. Uno está inmerso en la sociedad, en la historia y en realidad en que vive. Por ejemplo, la pieza ‘La torre’ (que representa a las torres eléctricas de alta tensión que Sendero Luminoso dinamitaba), simboliza la violencia de esos días, pero también muestra un proceso de ascensión, de mantenernos firmes.

En tus piezas siempre hay reflexión, expresión y estética…
Así es. No te diré que me interesa que la estética esté en primer lugar, pero si hago arte y organizo los elementos en el espacio, este ordenamiento, que es rítmico y busca transmitir una sensación, una expansión, una alegoría, un estallido, una idea, deberá ser necesariamente plástico, armonioso. Yo creo que el arte no se enseña, lo que uno “enseña” a los estudiantes de arte es a desarrollar creativamente sus ideas, a usar su imaginación, a salir de la rutina de lo cotidiano, a sorprender, a darle una nueva mirada al mundo que nos rodea.
¿Qué más observas en tu obra?

Jorge Villacorta (el crítico de arte) dice que hay sensualidad. Quizás lo dice por la relación que tengo con mis materiales, con el volumen, con lo tridimensional y con el mundo interior. En todas las propuestas artísticas valiosas existen estructuras internas que le dan valor y coherencia a las obras. Por ejemplo, en ‘Estallido’ (un conjunto escultórico de los años 2000-2002) aparece un cuerpo que ha estallado, situación que me permite explorar su interior, y ver todos los sistemas que, anatómicamente, son parte de nuestros cuerpos.


FOTOS: Cortesía Icpna


DATOS

‘Johana Hamann 1977-2015’, muestra antológica de escultura, se exhibe en la galería del Icpna de Miraflores (Av. Angamos Oeste 120, Miraflores). 

Visitas: De Ma a D, de 11 a.m. a 8 p.m.

Ingreso libre.

Este 23 de marzo, a las 7 p.m., Johanna y Sharon Lerner, la curadora de la muestra, realizarán una visita guiada por la exposición. El ingreso es gratuito.

Además, este 17 de marzo, a las 7 p.m., en la Biblioteca Nacional, presenta su libro ‘Leguía: el centenario y sus monumentos’, que recoge parte de la tesis doctoral que presentó en 2011 en la Universidad de Barcelona (UB). El libro ha sido editado por el Fondo Editorial de la PUCP.


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