#ElPerúQueQueremos

Leila Guerriero: “No elegí escribir, la escritura vino conmigo”

La cronista argentina nos habla de los vaivenes del periodismo de nuestros días y cómo ejerce su oficio de editora. De esta tarea suya hay que leer dos textos fundamentales: ‘Los malos’ y ‘Los malditos’.

Publicado: 2016-03-04
“Guerriero, mi apellido, es del sur de Italia. Mi bisabuelo paterno migró a Argentina, y allí formó una familia. Soy de Junín, una ciudad que está en la provincia de Buenos Aires. Como ciudad, Buenos Aires me encanta, por eso vivo allí. Argentina siempre ha sido un país muy complicado, con pocos momentos de calma y una crisis profunda cada diez años… como la que vivimos ahora (ríe)”, nos dice Leila Guerriero, cronista argentina autora de libros fundamentales como ‘Plano americano’ (Universidad Diego Portales) y ‘Frutos extraños’ (Alfaguara), y editora de verdaderas joyas como ‘Los malditos’ (UDP), libro de perfiles dedicado a escritores marginales latinoamericanos y, recientemente, ‘Los malos’ (también editado por la UDP), donde se trazan profundos retratos sobre algunos de nuestros criminales más terribles. So pretexto de su última visita a nuestro país, conversamos sobre el oficio de cronista.

¿Tienes el espíritu respondón y contestatario que uno normalmente asocia con el ser argentino?
(Piensa). Sí, pero, si lo pienso bien, voy bastante a contracorriente, incluso contra las corrientes más protestonas. Es decir, me opongo a los que se oponen (ríe); soy una especie de anarcopunk, me molesta lo políticamente correcto.
¿Escribes porque te es inevitable?
Escribo desde que tengo uso de razón. No puedo decir que elegí escribir, la escritura vino conmigo. Tampoco elegí ser periodista y, de pronto, lo era, y ya no quise cambiar de oficio. La escritura me organiza el mundo, la vida, el día a día. Cuando dejo de escribir, el mundo se me desdibuja, me desconcierto, siento que no me anclo.
Ordenas el mundo con palabras…
Hay algo de eso, pero no sé si el mundo externo es siempre un caos, a veces solo es aburrido o poco interesante (risas). Escribir es una tarea aciaga, me cuesta muchísimo hacerlo, me toma demasiado tiempo, soy muy lenta; hago muchas versiones de mis textos, los corrijo varias veces; soy tremendamente insegura a pesar de que nunca retrocedo ni me trabo al escribir. En resumen, tengo un grado de exigencia muy alto.
¿No te hubiera gustado escribir ficción y dejar de ser, como exige la crónica, esclava del dato?
No. Los límites, las reglas, pueden ser interesantes: saber que solo puedo manejarme dentro de lo real me motiva. Igual, los escritores de ficciones también tienen sus límites, sus propias reglas. La libertad uno se la busca, y la puede encontrar tanto en la ficción como en la no ficción. Siento que la palabra “escritor” está más relacionada con los autores de “ficción”, por eso, cuando me tratan de “periodista” o “cronista” no me hago ningún problema. Como lectora, leo más ficción que periodismo o crónica, pero estoy muy al tanto de lo que pasa en ambos terrenos.
¿Hacemos buen periodismo en América Latina?
Sí. También es verdad que el universo de la noticia y el trabajo de los periodistas se han visto vulnerados por el Internet y lo digital. Por ejemplo, hoy los medios envían a un solo periodista a cubrir la noticia: le dan una cámara y un celular, y le exigen hacer todas las coberturas, escribir, armar un blog, lanzar notas en Twitter y Facebook, enviar reportes escritos y audiovisuales para el impreso, la web, la radio y la TV, y todo en menos de 10 minutos. Algunos periodistas necesitan trabajar y aceptan este tipo de condiciones, pero está también en ellos defenderse, rechazar el maltrato. Ya se sabe que los medios siempre querrán que trabajemos más y por menos dinero. Los jóvenes son más proclives a dejarse avasallar, y esto termina perjudicando la dinámica del oficio y las condiciones de trabajo. Esto que se está imponiendo, el de hacer nuestro trabajo rápido y de manera urgente, vulnera la calidad del periodismo, pero, felizmente, siempre hay textos por rescatar: si los juntamos todos podremos componer un diario, una revista, ideal (ríe). Publicaciones como Soho, El Malpensante, Etiqueta Negra y Gatopardo hacen esto en nuestros países.
¿Hay que desconfiar del lector de Internet?
No hay que endiosar al papel, ni despreciar a un periódico para vanagloriar a una revista: hay textos valiosos en todos los terrenos. No soy una gran consumidora de tecnología, pero la uso, y consumo de ella lo que me interesa. Lo importante es saber buscar, elegir bien los filtros. Yo admiro a quienes son capaces de leer en una Tablet, pero mi sistema es otro y particular: cuando viajo, fotocopio los libros que quiero leer, así, si me toca abandonarlos no me resulta doloroso.
Leí ‘Los malditos’ y, hace poco, ‘Los malos’. ¿Esto demuestra tu interés por los ‘outsiders’?
Sí y no y todo lo contrario (ríe). En realidad, me interesan muchos temas. En el proceso de ensamblaje de ‘Los malditos’ encontré a mucha gente interesada en los ‘outsiders’, y allí me di cuenta de que estos ya no me interesaban tanto (ríe).
Siempre a contracorriente...
Es que hay muchos que le dedican su vida a la búsqueda de gente rara, de escritores malditos, de personas malas. Pero mis intereses no van solo por ese mundo…
¿Por dónde van?
Mi mundo es muy grande: me interesa la crónica roja como el mundo de la música clásica, de los deportes, de la ciencia. Me seduce escribir el perfil de un gran matemático, de uno que ha encontrado el último teorema o ha ampliado las fronteras de la matemática, al igual que contar la historia de una madre que mata a su hija recién nacida. En ese sentido, soy bastante omnívora.
Te interesan el éxito y el fracaso…
Cuando escribes perfiles te das cuenta de que ambas categorías están en la vida de todas las personas. Después de un éxito rimbombante, viene una época de calma, que muchos asumen como fracaso, pero no necesariamente es así. Repito, tanto el éxito como el fracaso forman parte de la naturaleza y de la existencia humana, y no sé si como temas me interesan, solo sé que están allí y que se repiten en la vida de la gente.
Has dicho que te gustaría leer más historias con finales felices…
No sé sí felices, pero quizás con finales más luminosos. La crónica latinoamericana tiene deudas con algunos temas, pues en muchas de nuestras historias hay solo drama, solo muerte, solo tragedia, solo dolor. Contar la felicidad puede ser más difícil que narrar lo freak, lo trágico.
¿Para lograr una gran crónica hay que seguir nuestra propia voz?
La voz es el estilo, y hay que ir detrás de él. Eso sí, uno hace periodismo y el estilo nunca puede estar delante de la historia. El estilo no puede ser pura parafernalia, ni siquiera en terrenos de la ficción. Hay que evitar los ejercicios masturbatorios, lo puramente estilístico.
Eres cronista y una editora competente. ¿Cómo es tu relación con tus editores?
Tengo tantos que es como tener ninguno (ríe). En general, me llevo muy bien con ellos, porque me dan mucha libertad tanto en la escritura como en el tiempo de entrega, en el espacio del texto, en la confianza generada. La verdad, no me tocan los textos: un editor me sugiere ideas, rutas, pero no me elige las palabras.
¿Cómo eres como editora?
Me gusta mucho esta tarea, pero tengo claro que la voz a oír es la del autor. Además, editar te enseña a escribir, porque una vez marcaste los errores en los textos ajenos, eres menos piadoso con los propios, entonces, la exigencia es mayor, y eso es muy bueno para la escritura.
Vargas Llosa ha escrito elogiosamente sobre ti, específicamente sobre tu libro de perfiles ‘Plano americano’…
Ese día, tuve una sensación de emoción, agradecimiento y vértigo. Yo recibo bastante mails y llamadas por día, pero esa mañana me llegaron como nunca. Además, Vargas Llosa es un lector competente, y descubrió mis manías, algo que solo podría hacer alguien que escribe. A Mario no lo conocía, nunca habíamos compartido el mismo espacio, pero si me preguntas que admiro de él, diré que aprecio su curiosidad voraz, su vitalidad.
Vargas Llosa dijo que tus crónicas eran literatura…
No me gustaría aplicar esa categoría a mi trabajo. Sí sé que el periodismo, cuando está bien hecho, puede ser arte, literatura. Además, el grado de compromiso y exigencia que tenemos los cronistas para con nuestro trabajo es el mismo que tiene un artista para con el suyo. La perfección de un trabajo es la perfección de la entrega, de lo que uno le da a su oficio. Y no hay que ver esto como una renuncia, sino como algo inherente a nuestra tarea.
¿Qué tipo de historias no abordarías?
Solo he dicho “no” por falta de tiempo. Por ejemplo, en una semana no se puede hacer un perfil de Charly García. Aún trabajo por encargo, y me gustan, sobre todo, los encargos raros. Me encantan los editores que me desafían.
¿Cómo describirías a tu oficio?

Hago documentales… pero con palabras.



FOTOGRAFÍA: Jaime Cabrera.

Escrito por


Publicado en

Abrebocas

Con ABREBOCAS nos proponemos seducir a nuestros lectores con las confesiones de nuestros interlocutores. Acompáñanos.