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J.J. Armas Marcelo: “Sin Cortázar no hubiera existido Bolaño”

El autor español, organizador de la Bienal Vargas Llosa y uno de los mayores exégetas de la obra del autor de 'La fiesta del Chivo', nos habla de los autores latinoamericanos que conoció y leyó.

Publicado: 2016-04-22
“El problema con los libros de Vargas Llosa es su triunfo en lectoría: todos quieren leer de inmediato lo que publica, y lo que quizás haya que hacer con sus libros, al igual que se hace con los buenos vinos, es decantarlos, darles tiempo para que respiren y se oxigenen y maduren, y leerlos pasados algunos meses o años”, nos dice ‘Juancho’ Armas Marcelo, uno de los principales exégetas de la obra del escritor arequipeño, y secretario de la Cátedra Vargas Llosa, que le acaba entregar su máximo galardón al chileno Carlos Franz por su novela ‘Si te vieras con mis ojos’. En esta charla, hablamos de Vargas Llosa y su influjo en la literatura hispanoamericana.

¿Se escribe hoy buena narrativa en Hispanoamérica?
Tú sabes que hubo un bajón después del ‘boom’, algo totalmente lógico pues esos monstruos coparon todo el universo literario, pero ahora vemos una literatura escrita por jóvenes que tiene mucha calidad, pero que, además, es muy madura y universal, pues mira al mundo, ya no se mira al ombligo. La narrativa latinoamericana actual aprendió la lección del ‘boom’.
Entonces, hoy en verdad hemos pasado de Macondo a McOndo…
No estoy tan de acuerdo con Fuguet y esa expresión suya. Para pasar de Macondo a McOndo habría que haberse matado a todos los escritores del ‘boom’, haber pasado por un parricidio, pero eso no sucedió. Y no sucedió porque la obra de los padres fue tan extraordinaria que, a los nuevos escritores, no les quedó otra alternativa que aprender de esos textos.
Más que deicidio hubo padrinazgo…
Exactamente. Los grandes escritores del ‘boom’ como Mario, como Cortázar, como García Márquez, como Fuentes, fueron muy generosos con sus colegas, sobre todo con los jóvenes. No pasó lo mismo con escritores anteriores como Asturias, Carpentier, Uslar Pietri y otros, quienes miraban con desdén a los jóvenes, y estos, a su vez, los despreciaban. Acabo de leer ‘La distancia que nos separa’, de Renato Cisneros, que me parece extraordinaria, y en él no hay ninguna vocación parricida, al menos en términos literarios.
Roberto Bolaño si manifestó una voluntad parricida…
Sin Cortázar no hubiera existido Bolaño. Leí a Bolaño, pero no pienso volver a hacerlo porque me resulta repetitivo: a sus textos les sobran páginas, detectives, años. Después de leer todo Bolaño siento que puede impresionar a los jóvenes, pero no se iguala con Cortázar. La actitud de Bolaño hacia el mundo literario y hacia la vida sí era divertida: “No quiero saber nada, no quiero saber nada; yo quiero estar solo, yo quiero estar solo”, pero siempre lo rodeaba gente; “yo no quiero que me den premios, no quiero que me den premios”, pero los aceptaba todos (risas). Conocí dos tipos así: Vila-Matas y Bolaño. Vila-Matas dice “no quiero premios, me espantan; no quiero ir a congresos, preferiría no hacerlo”, pero siempre anda metido en ese tipo de “horrores”. Por eso, los ejemplos deben buscarse en los libros más que en las actitudes, en la escritura antes que en la conducta pública.
¿Cuán importante ha sido Vargas Llosa para la narrativa española contemporánea?
Hay de todo, como en el Perú y América: hay gente que lo adora y otra que no lo soporta, gente que lo ha seguido con interés y hasta con devoción. Es indudable que Vargas Llosa tiene escuela, al igual que García Márquez y Cortázar, quien es el autor latinoamericano con más escuela; Fuentes la tuvo, pero se le acabó pronto. Eso sí, por su método de trabajo, la disciplina, la vocación, la profesionalización de la literatura, Mario ha tenido mucha influencia. Él nos condujo por un camino que no teníamos claro: la profesionalización del escritor. Hoy, con 80 años, es el único tótem de la literatura en español, y tiene al mundo dividido, situación que siempre ha sido así, pues la mitad está con él y la otra está en su contra. Vargas Llosa genera polémica porque es uno de los pocos intelectuales que mezcla reflexión con acción.
Usted, como su amigo, ¿no le ha dicho que solo hable de literatura y deje la política?
Pero no hace caso, así ha sido siempre. Y más a la literatura no se puede dedicar: está publicando un libro por año. Tampoco me disgusta tanto que hable de política, Mario no puede desligarse de eso.
¿Cómo está la literatura de Vargas Llosa ahora que tiene 80 años?
La edad no le ha hecho estragos. En cuanto a la calidad de sus libros, pues no todos los días se escribe ‘La fiesta del Chivo’, y hay algunos autores que ni volviendo a nacer escribirían un libro así. Entonces, no se le puede pedir a Vargas Llosa –como no se les pidió ni a Balzac, ni a Víctor Hugo, ni a Flaubert- que escriba todos los años una obra maestra. En el trabajo de Mario hay bajas y altas, pero como decía Javier Cercas, “la peor de las novelas de Vargas Llosa es superior a nuestras mejores obras”. Yo diría que Vargas Llosa ya escribió las novelas que le tocó escribir, quizás le falte publicar unas memorias más profundas y la novela sobre su padre; sino publica este libro corre el riesgo de que la escriba yo (risas).
¿Cuánto conoce a Mario?
Nunca se sabe, pues el personaje es imprevisible en sus actitudes. Tiene algunas constantes, pero es muy imprevisible, siempre sorprende; es un adelantado: nunca ha tenido en la cabeza un vacío.
¿La felicidad que dice vivir hoy ha sido buena para su literatura?
Lo malo para la literatura y el ser humano son el hambre, la indignidad, la hipocresía, la cobardía; la felicidad y la infelicidad forman parte de la vida. Además, cuando decimos que somos felices, ¿qué coño queremos decir? Si te das cuenta, la felicidad es comer, respirar, dormir bien. Para un escritor, ser feliz significa poder escribir.
¿Cuáles son las obsesiones de Vargas Llosa?
Son tres: El Perú, el Perú y el Perú (risas). Lo que más le interesa en el mundo es el Perú; lo que más le interesa es saber qué opina el Perú de él. Cuando va a recibir un premio siempre va como peruano, un peruano profundo, por más que muchos digan que no es peruano o es un mal peruano. Además, es muy generoso: tendrá sus enemigos y sus odios, pero es muy generoso. Está peleado desde adolescente con este país, y desde entonces viven juntos un amor-odio, sentimiento que fue lo que le despertó su vocación literaria.
¿Qué valores literarios le encuentra a ‘Cinco esquinas’?
Es una costilla arrancada de ‘Conversación en La Catedral’.
Si fuese así, ‘Conversación en La Catedral’ dejaría de ser una obra maestra…
No. No creo que ‘Cinco esquinas’ sea una mala novela, es mejor que ‘El héroe discreto’, eso seguro, y quizás sea bueno leerla de acá a un tiempo. El problema con los libros de Vargas Llosa es su triunfo en lectoría: todos quieren leer de inmediato lo que publica, y lo que quizás haya que hacer con sus libros, al igual que se hace con los buenos vinos, es decantarlos, darles tiempo para que respiren y se oxigenen y maduren, y leerlos pasados algunos meses o años.
¿Qué piensa de la narrativa peruana actual?
Tiene una fuerza increíble. Lo malo no es la literatura que se produce sino la mentalidad mercantil de las editoriales que fraccionan la literatura por países, y así impiden que los autores se conozcan, intercambien experiencias y libros. A pesar de la globalización, salvo excepciones, los autores peruanos no conocen a los argentinos, y estos no conocen a los chilenos, y estos no conocen a los ecuatorianos, y estos no conocen a los venezolanos. Por eso, eventos como la Bienal Vargas Llosa buscan que la globalización literaria, el intercambio hispanoamericano, se produzca, y lo haga de forma positiva. Buscamos que nuestros autores se conozcan y se lean, y que se forje una industria editorial decente, que no tenga fronteras.
Con tirajes de 500 libros no se puede construir una literatura de verdad universal…
Tienes razón, esa es una literatura endogámica que no conduce a ningún lado; mejor dicho, conduce a la gran frustración del escritor y del lector. Sin embargo, la literatura tiene un duende generoso: sobrevive a todo lo que estamos hablando, y quien tiene que sobrevivir y destacar sobre todas estas adversidades, lo hace: un ejemplo tangible es Vargas Llosa.

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