Publicado: 2018-06-19
“A veces soy negativo, tengo un poquito del síndrome de Asperger (autismo), soy depresivo y no tengo grandes capacidades para socializar. Se me han cerrado muchas puertas por decir lo que pienso, pero ahora estoy mansito, aprendiendo a quedarme callado. No puedo ser normal, pero quién es normal”. Habla de sí mismo Miki González, uno de los músicos fundamentales de nuestra escena, conocido por su creatividad e inconformismo, características que lo llevaron a experimentar en el rock, en el blues, en la electrónica, en los ritmos negros y más. Hace 25 años editó “Akundún”, un disco donde se sumergía en lo afroperuano, y que fue una de las cumbres de su carrera. Este jueves 21, a las 8 p.m., en el Gran Teatro Nacional, celebra las bodas de plata de ese material que hoy sigue sonando, como el mismo Miki lo califica, “fresco y divertido”. Entradas en atrapalo.pe
- Por tu constante exploración musical, por tus inquietudes permanentes, algunos te llaman “el Bowie peruano”. ¿Qué te suscita una expresión así?
- Una vez, un español me presentó a otro español con la siguiente frase: “Este es el Nacho Cano del Perú”. Yo respondí: “Yo prefiero a Miki González antes que a Nacho Cano”. Y aunque Bowie fue un genio, te respondo lo mismo: “Prefiero a Miki González antes que a Bowie”. Pero más allá de estas frases, esas comparaciones no son buenas. Así mejor no me ayudes (risas).
- Entonces, hablemos de tu curiosidad casi infantil, una que te lleva a experimentar siempre, a ser un inconforme permanente…
- Eso sí me gusta. “Si no eres niño no entrarás al reino de los cielos”, algo así dijo Jesús, ¿no? Amén (risas). Mi curiosidad es constante, es verdad. Busco sorprenderme siempre, y felizmente siempre aparece algo que lo logra. En un momento de los 80, me pasó con The Cure, con el Seventeen Seconds, un disco genial. La música te hace ir a sitios más lejanos a tu realidad, algo que no es físico ni material; se percibe con los sentidos, pero los trasciende. La música te conecta con el más allá.
- Es un lenguaje universal, además…
- Te voy a contar una anécdota, pero ojalá no suene ofensiva o discriminadora. En los días del Café Inkaterra –beats electrónicos con folclor andino- tuve un evento corporativo en una huaca de San Isidro. Después de la prueba de sonido salí a la calle y me encontré con un policía que estaba haciendo guardia en el lugar. Se me acercó y me dijo: “Miki, ¿esa es tu nueva música?”. “Sí”. “Hermano, me has hecho volar”. Me quedé alucinado, pues no esperaba que un policía tuviese esa sensibilidad. Como tú dices, la conexión que logra la música es universal (risas).
- Quizás porque eres un músico pop, entendiendo lo pop como popular…
- Uno puede realizar exploraciones complicadísimas, experimentaciones impresionantes, pero el resultado debe ser muy sencillo. A veces cuesta mucho llegar a lo simple, pero vale la pena.
- Después de explorar el rock, lo afroperuano, lo andino, la electrónica, el blues, ¿por qué volviste al formato rock?
- Si empiezo a teorizar una respuesta, la gente se va a dar cuenta de que soy muy vanidoso (risas). La historia fue así: llevaba varios años en la electrónica, solo, con mi consola, pero un día me ofrecieron tocar mis éxitos con una banda de rock. La petición tenía sentido: era el 2008 y hacía diez años que no tenía nada sonando en la radio. Acepté y, así, volví al rock. También es verdad que es difícil encasillarme. Ahora está de moda la cumbia, y muchos me dicen “¿por qué no grabas cumbia?”, cuando ya lo hice en el 86. Por entonces, la cumbia era una música marginal, pero musical y socialmente muy interesante. Hoy está fusionada, ha llegado a la clase media, a estratos más altos, y se ha convertido en el nuevo ‘mainstream’. Sé que se siguen haciendo cosas buenas allí, pero ya no la sigo. Quizás no conecto con las modas, no estoy en ellas en el momento correcto, de lo contrario estaría lleno de plata (ríe).
- Has sido un adelantado, quizás esa ha sido tu tarea, quizás eso haya sido “tu tiempo correcto”…
- A veces la chunté, no puedo quejarme. La chunté con “Dímelo, dímelo”, “Akundún”, con la electrónica. Alguna vez alguien me dijo que lo peor que pasa en el Perú, en todo ámbito de la vida, es que, en los últimos 30 años, nada ha cambiado, sus problemas siguen siendo los mismos…
- ¿La música sigue siendo la misma?
- No. Al menos la que hago yo es distinta. Por ejemplo, varios de los temas del “Puedes ser tú” (disco lanzado por Miki en 1985) siguen sonando frescos, bacanes, experimentales, actuales, aunque también hay algunos que me arrochan, que me hacen decirme “cómo pude grabar esto”. Yo no podría hacer un disco así ahora, por eso digo que he cambiado a pesar de ser la misma persona.
- A 25 años de lanzado, ¿al “Akundún” también lo sientes fresco, vigente?
- De alguna manera, sí. Es un disco fresco y divertido un disco muy bacán. Claro, hoy no lo grabaría de la misma forma, pero es un disco bonito. Con esas guitarras suena bonito, un poquito huachafo, pero es divertido. Sabes, yo no escucho el disco. Lo estoy ensayando para la presentación en el Gran Teatro Nacional, pero no escucho el disco hace tiempo. Ahora, funcionó muy bien con la gente, al punto que hoy toco en vivo varios de sus temas; de otros, solo una o dos canciones.
- Hace un par de años se editó “Puedes creer tantas veces”, un box set con tus tres primeros discos. Hoy se celebran 25 años del lanzamiento del Akundún. ¿Es hora de mirar atrás y evaluar tu carrera?
- Bueno, si debo dar un mensaje a los jóvenes les diría que no se dediquen a la música, que el glamour es una mentira (risas). Sin embargo, hay personas que inevitablemente serán músicos, que no hay forma que no lo sean. ¿Es mi caso? Sí, pero igual tengo que pagar mis deudas. Me encantaría jubilarme, pero no puedo. Cuando falta el billete, uno la pasa horrible, pero hay que seguir. Con mi carrera estoy contento, siempre hice lo que quise, y eso no tiene precio.
- Para crear has tenido que sumergirte de lleno en aquello que explorabas: lo afroperuano, el mundo andino…
- No hay otra forma de lograrlo. Para crear, siempre tiene que haber una fascinación. La primera fascinación que se me viene a la mente es la del amor. Tu pareja te tiene que fascinar, sino no hay magia. Con la música pasa lo mismo. El Perú sigue siendo fascinante porque conserva casi intactas expresiones inmemoriales. Por ejemplo, en el Sur andino persisten costumbres y ritos anteriores a la llegada de los europeos, cuya represión fue brutal. Sin embargo, a pesar de esta violencia, uno reconoce lo auténtico en estas culturas. Y cómo no fascinarse con ello, por eso, el Perú me sigue motivando creativamente. Muchos creen que lo peruano es el caballo de paso. Ok, pero al caballo lo trajeron los españoles. Otros identifican a la peruanidad con el pisco, pero la uva también la trajeron los españoles. Esto no tiene nada de malo, pero yo, como Arguedas, no veo a la peruanidad solo a partir de lo europeo. Deberíamos leer a Arguedas, aprenderíamos muchas cosas.
- ¿Cómo fue tu fascinación con Amador Ballumbrosio?
- César Calvo, el poeta, me llevó a El Carmen (Chincha) a conocer a Amador. Era un señor con muchos hijos, pero desde el día 1 supe lo grande e importante que era. Aún no entendía su profundidad, pero sí su fuerza, una fuerza de la naturaleza, una fuerza que venía de lo afro y de lo andino. Amador decía que se podía curar zapateando, y lo hacía. Era maravilloso.
- ¿Qué material trabajas hoy?
- Te respondo de taquito. Durante la Bajada de Reyes, el 6 de enero, hay un pasacalle en El Carmen (Chincha). Es por la tarde, pues por la mañana visitan a La Melchorita. La gente va en procesión hacia la acequia, lleva consigo sus nacimientos, y los queman allí: su intención es invocar a la lluvia. He registrado esa fiesta, le he dado una nueva mirada y, a partir de allí, creando, componiendo.